Luz y tinieblas
(VIII) Cocinar o edificar

Imaginemos un mercado. No importa cuál, ni dónde. Interior o exterior, grande o menudo, concurrido o no.
Bien. Ahora visualicémonos a nosotros mismos: pongamos la cámara a nuestra espalda. Acudimos, equipados con bolsas, o una cesta, un carrito o lo que mejor nos represente. Y si lo desean, con una lista. Si lo prefieren, vayan sin nada anotado.
OK. Recorramos sus pasillos, ya sea bajo la luz solar de un luminoso día primaveral o estival, o bajo el opaco cielo de una jornada otoñal o invernal, ya sea bajo las luces artificiales que proyectan los focos y fluorescentes de techo de un mercado interior. Demos un paseo, deteniéndonos en varios de los puestos que los comerciantes tienen instalados, departiendo con ellos, y abasteciéndonos con sus productos.
Los que hayan optado por llevar lista, enhorabuena; resultará menos caótico. Los que hayan optado por no llevarla, enhorabuena; resultará más emocionante. En cualquier caso, es indiferente la opción que escojan. Estamos allí para hacer acopio de víveres, sea planificado o no, como primer paso: tenemos una misión que trasciende al mercado.
Concretemos. Y acordemos. Jugamos a que acudimos para hacer una compra de las denominadas grandes. Una de esas con las que llenamos los armarios y el frigorífico como para sobrevivir entre tres semanas y un mes. Tómense su tiempo, si lo desean. Recréense con la ficción —hay personas a quienes les divierte comprar; a otras les relaja. Si es su caso, no se corte—: no hay prisa.
Vale. ¿Lo tienen todo? Genial. Volvamos a casa.
Imaginemos ahora una cocina. La cocina real de sus viviendas, o la de sus sueños. No importa. Pero… un inciso para los más… tiquismiquis (que nos conocemos): debe ser una cocina funcional, una que disponga de por lo menos lo básico. No me vale un camping gas en mitad del monte, o una hoguera circundada por piedras, para tocar los huevos.
Muy bien. ¿Qué tenemos? En cuanto a electrodomésticos, un frigorífico, conjunto de horno y vitrocerámica, microondas y… hum…, en mi caso, como accesorio le pondré una freidora de esas de aire que tan de moda empiezan a estar. (¿Cómo es posible <freír> con <aire>? En fin, eso para otra ocasión —y disculpen mi comentario desfasado—). Terminen de equiparla como les plazca. Me da absolutamente igual.
Y para usar con esos electrodomésticos, ¿qué tenemos? No va a ser necesario hacer un listado, porque esto no es un canal de cocina, ni una sucursal de 10 For You, pero determinemos y pactemos que tenemos un kit completo de ollas, sartenes, etcétera, vajilla y cubertería, etcétera.
(No, no, señoras y señores del sector tiquismiquis: no nos han cortado la luz, ni el gas ni nada. Disponemos de todos los servicios y estamos capacitados, mental y físicamente—disponemos de extremidades, y no padecemos ninguna afectación cognitiva— para hacer uso de la cocina, sin morir en el intento).
Sigamos. Por supuesto la cocina dispone de mobiliario. Nosotros, por lo pronto, solo necesitamos la mesa que hay en el centro (vale, OK tiquismiquis; puede estar esquinada), y la encimera (cualquiera que sea su ubicación, “tiquis”, pero que esté).
Vayamos hasta allá, y depositemos las bolsas sobre sus superficies, pues pesan. Están llenas a rebosar, y algunas de ellas sostienen tanto peso que el plástico debajo de las asas está poniendo a prueba su elasticidad y resistencia, volviéndose blanco camino de la transparencia.
Bien, hemos vertido el contenido sobre la mesa y/o la encimera. Separémonos un poco, y echemos un prolongado vistazo, a modo de recopilatorio.
¡Vaya!; ¡hemos hecho una buena compra! ¡Tenemos de todo! Frutas, verduras, legumbres, lácteos, carne, pescado… de todo. Ahí están todos los ingredientes, desordenadamente distribuidos… y ante nosotros se abre un horizonte de posibilidades. (No, tiquismiquis, no se te ha olvidado nada, y tienes que volver al mercado: estate quieto).
El caso es que… el número de platos que podemos elaborar mezclando entre sí esos ingredientes, nos llega a abrumar. Son muchas, muchísimas las recetas que podemos acometer. Y con distintos niveles de complejidad.
Para algunos será estimulante; para otros agobiante. Los primeros deben estar ansiosos por empezar, ávidos de experimentación. Los integrantes del segundo grupo primero tendrán que resolver la temida pregunta del millón: ¿por dónde empiezo?
Que lo disfruten unos; ánimo para los otros… (y no, no hay más categorías grupales que esas dos, ¡tiquismiquis!).
OK. Un segundo. Hagamos uso de la magia de la narrativa. Chasquear de dedos. Bien; ya está todo ordenado en sus respectivos estantes.
Y permítanme que en este punto haga un paréntesis. Pensemos en nosotros mismos, en los seres que hemos ido hasta el mercado, y luego vuelto a casa, y caractericémonos.
Definámonos. Esto es ficción, por lo que volvamos a hacer uso de su magia, y adjudiquémonos los atributos que queramos. Podemos ser desde un chef reputado, hasta un lerdo en los fogones, que fríe un huevo usando la tapa de una olla como escudo. No importa; escojan libremente (ahí te he dado, ¿eh “tiquis”?).
De nuevo, tómense su tiempo. No hay prisa.
¿Ya saben qué personaje son? Genial. Avancemos. Yo, a modo de ejemplo, voy a ser un cocinero mediocre, pero a cambio seré paciente y mañoso.
Vale. Vamos a cocinar, porque tenemos hambre, o porque es la hora. Mantengamos el pacto temporal. Tenemos tiempo para cocinar; el que queramos. Pensemos qué receta queremos hacer, y recurramos a los ingredientes necesarios, así como a las herramientas para su preparación.
Un nuevo chasquear de dedos.
¿Lo tienen todo dispuesto? ¿Sí? Maravilloso. Pues en marcha (de repente parezco uno de los presentadores de <<MasterChef>>): ¡A cocinar!
Recuerden: hay tiempo. Todo el que quieran. No obstante… turno para la magia de las elipsis.
¿Ya han terminado? Estupendo. ¿Qué han conseguido?
- ¿Un plato perfectamente cocinado, sublime, propio de un maestro de los fogones, cuya calificación es excelente?
- ¿Un plato de alta calidad, que se podría mejorar, aunque no mucho, y cuya calificación es notable alto?
- ¿Un plato digno de restaurante de clase media, al que le falta perfeccionamiento, pero que no obstante la mayoría de paladares aceptaran, y sin grandes quejas, y cuya calificación es notable?
- ¿Un plato aceptable, que sin duda se puede mejorar, pero rico y nutritivo, y cuya calificación es buena, sin más?
- ¿Un plato básico, usando ingredientes comunes, cocinado haciendo uso de una receta igual de convencional, y dando como resultado un plato con muchas carencias, pero por lo menos comestible sin riesgo de indigestión, y cuya calificación es solo aprobado?
- ¿Un plato pobre, insípido, mezclando ingredientes que no casan, pasado de cocción, o falto de ella, que tiene un sabor más bien grotesco, pero que por lo menos no provocara una ulcera estomacal al digerirlo, ni una denuncia de un hipotético comensal al que le hayamos invitado a probar, pero casi, y cuya calificación es insuficiente?
- ¿Un plato pésimo, compuesto por ingredientes crudos o quemados, y cuya composición, a la vista provoca rechazo, y al paladar repugnancia, indigesto, y durante cuyo proceso de creación la suerte se ha confabulado consigo misma evitando que el cocinero incinerara la cocina, o el edificio entero, y cuya calificación es estrepitoso suspenso?
(Y sí, querido tiquismiquis. Podías sufrir un accidente, el que quisieras, amputarte un dedo con un cuchillo, resbalar, golpearte en la cabeza con el canto de la mesa y quedar inconsciente, o directamente podías rendirte antes de empezar. En este punto podías hacer lo que quisieras. De hecho, era tu momento).
Bueno, ya pasó. Turno para las valoraciones. Brevemente. ¿Qué tal ha sido el proceso?
- ¿Orgullosos? ¿Sí? ¿No? ¿En qué grado?
- ¿Era la primera vez que probaban con esa receta? En caso afirmativo, ¿satisfechos con el resultado? En caso negativo, ¿ha salido mejor o peor que otras veces?
- ¿Se maravillan por lo que han logrado? ¿Se sienten decepcionados por lo que han conseguido?
- ¿Está bien; están conformes? ¿Está bien, pero podría estar mejor, porque son exigentes? ¿Está mal y sin duda tienen que volver a probar otro día? ¿Aspiran a mejorar? ¿Se conforman?
- Objetivamente satisfechos/decepcionados? ¿Subjetivamente satisfechos/decepcionados?
- ¿Lo han logrado, pero han destinado más tiempo del que imaginaban? ¿Menos? ¿El que calculaban?
- ¿Se han sentido cómodos?
- ¿Has encontrado tu dedo amputado, tiquismiquis?
¿Qué, qué? Cuéntenme. ¿Qué sensaciones tienen?
Para unos, otra vez será. Ánimos. Para otros, enhorabuena. Para todos: siempre puede ser mejor, y siempre puede ser peor. Y siempre, al menos en parte, es subjetivo. Ustedes deciden su propia valoración.
Listo. Recojamos los cacharros, limpiemos, apaguemos las luces y marchémonos. Hasta otra ocasión.
Chao.
——————————————————————————————————
¿Queda alguien por aquí? ¿Hola?
Voy a cambiarme de vestuario, y de piel, a subir este telón y a bajar otro. Si queda alguien por aquí, por favor acompáñenme.
Gracias.
Bien. Imaginemos esta vez un solar. De las dimensiones que queramos. Puede albergar desde unos pocos metros cuadrados hasta el equivalente al continente asiático. Me da igual.
¿Qué somos ahora? Arquitectos. Y albañiles. Y promotores y constructores, si me apuran. Todo en uno y todo lo que deseen…siempre y cuando, tiquismiquis, esté vinculado con el sector de la construcción.
Antes podíamos personalizar nuestro personaje (como en un videojuego), otorgándole el grado de profesionalidad que quisiéramos, siendo chefs de prestigio, o pinches en prácticas (o directamente memos). Ahora no: ahora las normas son estrictas. Ahora somos grandes expertos en la materia, sin excepción.
Y… exprimiendo un poco más la magia asociada a la narrativa, ¡plas!: tenemos a nuestra disposición todo el material de construcción que deseemos. ¡Ahí está!, acumulándose a nuestro alrededor, montado en palés o dispuesto en el suelo. Hay de todo: ladrillos, hormigón, rulos de alambre, cemento en cantidades industriales, cubetas, carretillas, hierros, tubos, etcétera, y nos asiste maquinaria pesada, camiones, grúas, excavadoras… etcétera.
Respetemos viejos pactos: pueden disponer de planos de proyecto de obra, o recurrir a la improvisación: no importa, y cada cual sabe lo que prefiere. Y el pacto referente al tiempo sigue vigente: disponen de las horas que quieran. Días. Semanas. Años…
Muy bien. Pues… calémonos el casco de seguridad, y ¡manos a la obra! (nunca mejor dicho): ¡den rienda suelta a su imaginación constructora!
Les espero aquí.
¿Ya han terminado? Veamos qué han fabricado mediante la combinación de materiales de obra.
- ¿Una alianza de países, a cuál más enorme, interconectándolos todos políticamente bajo la tutela de un mismo gobierno, y estableciendo estados, o comunidades autónomas, provincias o condados, comarcas o distritos, ciudades menores y pueblos, cuidando hasta el más mínimo detalle arquitectónico, y zampándose todo el ficticio territorio del que disponían?
- ¿Una alianza de países, distribuidos administrativamente del mismo modo, y optando por no usar todo el espacio del que disponían en su imaginación?
- ¿Un grupito de unos pocos países, separados entre ellos, respetando el entorno natural tanto como haya sido posible?
- ¿Un solo país, concentrado en un punto del mapa, no obstante un país hiperdesarrollado, compuesto por una capital hermosa y rica, y ciudades hermanas repartidas por doquier?
- ¿Una sola ciudad, quizá, de tamaño descomunal, una versión de Tokio?
- ¿Una de tamaño moderadamente populosa, como Manila?
- ¿Una del tamaño de Madrid o Roma?
- ¿Una que no supere el millón de habitantes?
- ¿Una de menos de medio millón?
- ¿Un pueblo grande?
- ¿Un pueblo mediano?
- ¿Un pueblo pequeño?
- ¿Tal vez han concentrado toda su energía en construir solo un edificio?
- ¿Un rascacielos? ¿Una urbanización de apartamentos? ¿Un modesto bloque de viviendas de poca altura?
- ¿Tal vez la casita de sus sueños?
- ¿Se te ha caído una viga de hormigón en el pie, tiquismiquis, y no has podido completar una mierda?
Cualquiera que sea el caso, pasemos a las valoraciones (les sonaran):
- ¿Satisfechos? ¿En qué grado?
- ¿Se maravillan por lo que han logrado? ¿Se sienten decepcionados por lo que han conseguido?
- ¿Está bien; están conformes? ¿Está bien, pero podría estar mejor, porque son exigentes? ¿Está mal y sin duda tienen que volver a probar otro día? ¿Aspiran a mejorar?
- Objetivamente satisfechos/decepcionados? ¿Subjetivamente satisfechos/decepcionados?
- ¿Lo han logrado, pero han destinado más tiempo del que imaginaban? ¿Menos? ¿El que calculaban?
- ¿Se han sentido cómodos?
- ¿Han dejado las obras a medias, o las han terminado?
- ¿Dan por finalizado el proyecto, o por el contrario van a derruirlo todo, y a levantarlo de nuevo?
Como antes, bravo por unos. Ánimo para otros. Un aplauso para todos, ya sea de felicitación o de aliento.
Solo una cosa más. Cambiemos los ingredientes o los materiales de construcción por palabras. Los utensilios de cocina o la maquinaria de obra equivalen a los soportes físicos (supongo que hoy día, mayoritariamente, un ordenador de sobre mesa o un portátil —el teclado es la encimera, o el pedazo de suelo sobre el que irán los cemento—), y las palabras o materiales de obra mezclados en esos soportes corresponden a las recetas elaboradas o a los edificios construidos. A veces salen ricos platos, o hermosos edificios; otras veces incomibles platos o inestables construcciones. Éxitos y fracasos, y entre ambos extremos una amplísima variedad de… grados. Bien, pues para mí, escribir es eso: como cocinar, o edificar.
Hasta la próxima.
PD: Un saludo, “tiquis”: a veces soy tú.

Dylan D. Doe
Guionista. Articulista. Novelista. Superviviente.
En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitva."
Recomendado